Mi experiencia participando en el 32º Icpna Jazz Fest

A inicios del 2022 me contactaron del Instituto Cultural Peruano Norteamericano (ICPNA) para proponerme una colaboración junto a su cuarteto de cuerdas. Esta se presentaría en el marco del 32º Festival de Jazz que cada año la institución organiza. Si bien no había hecho algo parecido antes, acepté la propuesta con entusiasmo, aunque en el fondo tenía algo de temor ya que mi formación musical ha sido fundamentalmente autodidacta: ¿estaría yo calificada para llevar a cabo esta tarea? ¿son mis canciones suficientemente «doctas» para este formato? A pesar de las dudas, me dejé guiar por un buen presentimiento.

Franklin Gargate, director del cuarteto, recomendó a Rafael Núñez, capo de violas de la Orquesta Sinfónica Nacional, para la creación de los arreglos y fue junto a él con quien desarrollamos las canciones que presentamos en el concierto.

Las primeras reuniones se dieron desde mediados de junio en las que se dejó claro el carácter del proyecto. Durante julio y agosto se escribieron los cifrados de mis canciones para poder facilitárselos a Rafael. Juan Francisco Chávez, percusionista del ensamble, me ayudó en esta tarea. Sobre estos cifrados, la melodía escrita de cada tema, más el audio del arreglo original Rafael pudo comenzar a trabajar los arreglos pensados para cuarteto. 

En este trabajo Rafael tuvo mucha libertad creativa, ya que se tenía claro que era una colaboración bastante horizontal. Hubo un par de reuniones donde se acordó en qué canciones se respetarían ciertos motivos y en dónde habría más libertad. Luego de esta etapa de escritura empezamos con los ensayos. Para entonces ya era finales de julio. Enviamos las partituras finales a Franklin, director del cuarteto, para que el ensamble pueda estudiarlas y nos dedicamos a ensayar desde la penúltima semana de agosto.

En total fueron cinco ensayos con el cuarteto conformado por Franklin Gargate en la dirección y violín, María V Fust en el violín, Iván Pierantozzi en violoncello y Rafael Núñez en la viola. Tuve la responsabilidad de asumir en muchas canciones la función rítmica, por lo que decidí tomar el tamborcito en «Fertilidad», la primera canción del repertorio. Hacia el final del repertorio, para los temas con charango, se sumó al ensamble Juan Francisco Chávez en el cajón y la wankara, tambor ceremonial andino, lo que terminó de aportar el sincretismo que se buscaba en esta colaboración.

Fue emocionante escuchar mis canciones en arreglos nuevos y acompañadas de la sonoridad tan emotiva de las cuerdas. Fue especialmente revelador interpretar mi charango y escucharlo en armonía junto al cuarteto. La tradición del charango en Perú nació en una cultura donde la oralidad ha sido, y sigue siendo, la manera principal de transmisión de conocimiento, a diferencia de la la música de cámara donde la escritura y lectura son un requisito para su ejecución, condición que parece abrir una brecha entre ambas formas de vivir la música. Sin embargo, esta colaboración me hizo cuestionar desde mi propia experiencia el prejuicio de su lejanía.

La música nacida de la tradición popular y aquella nacida en canteras académicas comparten el mismo origen profundamente humano que supera barreras formales. Lo que pudo ser pensado como una limitación desde mi formación esencialmente autodidacta e interpretando un instrumento de origen popular no fue un impedimento para la creación ni para la conexión entre músicos y asistentes. La emoción de cada uno de los presentes esa noche nos lo confirmó.

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